Ante la persecución despiadada que sufrimos los que practicamos deportes de motor en el campo, y que se va extiendo a la práctica de otros deportes (bicicleta, hípica), acotando el disfrute de la naturaleza, y con el objetivo de imponer un mero disfrute de la realidad virtual, lo que resulta en una alienación de derechos fundamentales, quiero exponer brevemente mi vivencia y reflexiones, “por el amor al deporte” (lema del carismático y hace tiempo desaparecido motorista Mike Hailwood).
En los años 70 del siglo pasado en la sierra de Madrid se podía montar con absoluta tranquilidad por el campo (por caminos, sendas y a través), sin restricciones legales (sin necesidad de matrícula ni seguro, incluso con vehículos infantiles), e incluso con cierta permisividad para circular en carretera con motos de cross, sin matrícula o sin licencia (para mayores de 16 en motos de pequeña cilindrada). Se podían recorrer los pinares de Cercedilla, subir a Peñalara o al monte Abantos en El Escorial, practicar trial en La Navata o Miraflores, y competir en multitud de carreras de motocross (en los numerosos circuitos como Guadarrama, Cercedilla, Alpedrete y Collado Mediano), competiciones de trial y todo terreno (TT – así se llamaba entonces el enduro) que solían coincidir con las fiestas patronales de los pueblos serranos (como también ocurría en el resto de España). Surgieron numerosos motoclubs (ya existían muchos de ellos desde los 60, como el Moto Club Guadarrama), de forma que muchos pueblos serranos tenían el suyo que aglutinaba a numerosas personas, usuarios y aficionados.
De esta manera, la juventud se acercaba fácilmente a la naturaleza para “disfrutar del equilibrio dinámico” (como definía al motociclismo D. Paco Bultó, fundador de Bultaco). La moto permite llegar sin demasiada dificultad y en poco tiempo a lo alto de las montañas y descubrir y recorrer parajes de gran belleza, bastando parar y apagar el motor para que el silencio te rodee. Las habituales competiciones de motocross, trial y todo terreno estimulan el esfuerzo, el sacrificio, la disciplina, la voluntad de vencer, la preparación física y técnica de conducción, y el aprendizaje de la deportividad; todos ellos valores básicos, sanos y muy necesarios en la vida (actualmente sustituidos por el hedonismo decadente que ofrece masivamente la otra cara de la moneda). Hay que recordar también que se celebraron pruebas nacionales e internacionales de gran relevancia, como los 6 Días de TT de El Escorial de 1970.
La moto de campo se usaba como vehículo “para todo”, es decir una gran cantidad de jóvenes (y otros que no lo eran tanto) la usaban para desplazarse habitualmente (frente al uso imperativo de las de carretera que vemos ahora), por lo que la industria de la moto y sectores conexos generan riqueza y daban empleo a gran cantidad de personas. El uso y disfrute de la moto en el campo estaba socialmente bien visto y se estimulaba el mismo, sin que apenas se produjeran conflictos con ganaderos, cazadores o excursionistas (entonces no había manadas de gente disfrazada de explorador que dejase montañas de desperdicios). Así, familias (padres e hijos) salían al monte de excursión para disfrutar la naturaleza, pues el motociclismo “off road” es un deporte familiar que une (a diferencia de la incomunicación estática de la inmersión individualizada en teléfonos móviles, tablets, ordenadores, etc. que padecemos en la actualidad).
En los 80, la crisis económica de principios de estos años unido al brutal fenómeno de la drogas que afectó a una buena parte de la juventud, mermó la práctica de la moto de campo en la sierra de Madrid, aunque seguían inmaculados los criterios arriba apuntados. La afición se purificó.
Los años 90 supusieron una renovación de la afición al motociclismo de montaña (también con la aparición de los quads, de inicio muy escasos pero que luego se popularizaron en demasía), debido a una mejor coyuntura económica, de forma que renacieron muchos de los circuitos y competiciones de los 70, y especialmente el motocross y el enduro encontraron gran auge (por ejemplo, en Guadarrama había 3 circuitos de motocross, y Peguerinos se convirtió en punto de encuentro multitudinario de las salidas de los endureros). Esto supuso que el ambiente colorista de multitud de aficionados en los circuitos de motocross y en el campo, practicando trial o en filas de endureros de excursión, fuera habitual especialmente los domingos por la mañana. Por el contrario, comenzaron las restricciones de uso y disfrute del campo en base a los rampantes criterios “ecológicos y medioambientales”, de forma que se empezó a prohibir en ciertos espacios naturales protegidos (lo que tiene sentido), a exigir motos matriculadas y aseguradas, y a perseguir a los motoristas en general. Como es evidente, el problema medioambiental, esto es, el daño ecológico que producen los vehículos off road (humos de escape, degradación del terreno, ruido) en el campo es inmensamente superior al producido por la construcción inmobiliaria masiva (que ha destruido miles de hectáreas en la sierra de Madrid, pero llena las arcas de la Administración y de algunos particulares), los incendios forestales (a cuya extinción históricamente han contribuido los moteros), la contaminación que produce del tráfico de miles de coches que circulan por la red de carreteras y pueblos, el vertido en aguas y caminos (escombros, basura en general), y la invasión por la masa de ciertos espacios naturales (cuyo resultado nada tiene que envidiar al paso de los hunos de Atila)…
Finalmente, la primera y segunda década de este siglo han supuesto la práctica desaparición de la práctica “off-road” en la sierra de Madrid, resultado de una feroz y desproporcionada represión policial (por el Seprona, Agentes Forestales, etc. mediante persecuciones dignas de película e incluso con helicópteros que han puesto en peligro a los deportistas), esfuerzo igual al que han hecho las fuerzas de seguridad para erradicar la delincuencia que padece la zona…de forma que los supervivientes a este “tsunami” salen a escondidas, oteando el cielo y el horizonte, siendo socialmente denostados por su condición de delincuentes medioambientales. Sin embargo, esta condición tan “merecida” ya afecta a otros “usuarios del campo” como caballistas y practicantes de “mountain bike”, a los que se les pretende aplicar las restricciones de paso a ciertos espacios (i.e. sendas del Parque Nacional del Guadarrama) en base a similares criterios de los expuestos (erosión fundamentalmente) y por los conflictos ocasionados con otros usuarios de a pie (que también erosionan).
El objetivo final parece ser evitar toda erosión (muy lógico), esto es, prohibir el acceso libre al campo, solo a ciertas áreas acotadas de educación medioambiental y potenciar el disfrute de la naturaleza mediante la realidad virtual que ofrecen los artilugios electrónicos (en casa y controlado, pero callado y pagando impuestos), lo que bien encaja en el diseño de “un mundo feliz” que tan bien describió Aldous Huxley. Por el contrario, hay que recordar que la libre circulación es un derecho histórico y también constitucional, que el modelo de disfrute libre del medioambiente por los aficionados al “off-road” está permitido y no causa disfunciones en muchas partes del mundo (i.e. EEUU), que en otros está regulado y tampoco causa disfunciones (i.e. Francia), y que el deporte del motor en el campo no deja de ser minoritario (es evidente que el impacto que causarían miles de motos en la sierra si sería notable), lo que resulta en que debiera regularse, como ocurre con otros deportes que si tienen un impacto medioambiental e incluso peligro mortal (como la caza). Por último no deja de ser chocante que se ensalce en los medios y por parte de los dirigentes políticos a los campeones “off road” (i.e. los ganadores del Dakar – por cierto ¡También la sierra de Madrid ha aportado numerosos campeones!) y al tiempo se persiga la práctica del deporte del motor en el campo – como se puede destacar si no puedes practicar…
Espero que algún día pueda volver a disfrutar de los caminos de la sierra de Madrid que recorrí en mi Puch Minicross 50, en mi Montesa Cappra 250 o en mi KTM EXC 250, o con otros vehículos, con mis hijos disfrutando de la libertad…
José Carlos González Narbona
Ex-Presidente Moto Club Guadarrama